Carlos I y V

Gante, Países Bajos, 24 de febrero de 1500

Monasterio de Yuste, España, 21 de septiembre de 1558

INTRODUCCIÓN

Carlos, rey de Castilla y Aragón a los 16 años y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a los 19, es con quien comenzamos la serie “Reyes de España”.

¿Qué podemos decir como introducción a este personaje? Heredero de múltiples estados a lo largo y ancho de Europa y América, Carlos V fue una figura de contrastes: por un lado rey de una pujante nación en proceso de formación con un vasto imperio aún por descubrir, y al mismo tiempo emperador de una serie de principados y ciudades que eran celosas de su independencia dentro del imperio con un monarca elector. Carlos tenía muy clara la misión que su papel de emperador, y que marcó todo su reinado, que era la de paladín de la unidad cristiano-católica dentro de Europa y defensor de esta última contra el gran enemigo: el Turco. Grande fue su misión, pero también grande fue su fracaso sobre estos dos pilares. Al final de su vida Europa se hallaba dividida ideológicamente entre católicos, protestantes y anglicanos, y el Imperio Turco seguía su fuerte expansión en el Mediterráneo y Europa del este. No por ello debemos de tener en mala imagen al Emperador Carlos, que si bien los anteriores no resultaron en un éxito rotundo, lo que si logró fue afianzar el poder de la Corona en los reinos de España, formando con ello una monarquía fuerte y capaz de anteponerse a las ambiciones de la nobleza; y, en América, creó una presencia fuerte de la Corona para evitar la ambición de los conquistadores.

PRIMEROS AÑOS Y ELECCIÓN COMO REY

Carlos de Gante, fue hijo de Juana de Castilla -hija de los Reyes Católicos-, y de Felipe “el hermoso”, archiduque de Austria -hijo del Emperador Maximiliano-. Durante su infancia recibió una educación totalmente flamenca, acorde a su papel dentro de la casa de Borgoña, con poco contacto con su herencia castellana; donde fue preparado para tomar sus futuro glorioso, ya que la muerte de los herederos de los Reyes Católicos le abrían el camino a la corona de Castilla; y su abuelo paterno esperaba heredar en él la corona electiva del Sacro Imperio. Su educación estaba basada en los pilares de le época: la historia y el latín bajo la tutela de su tía, Margarita de Austria, quien también puso cerca del entonces conde de Flandes a un discípulo de Erasmo de Rótterdam, Adriano de Utrecht. Como miembro de la casa de Borgoña, Carlos estaba acostumbrado a las fiestas, reuniones con los nobles y la magnificencia de una corte caballeresca, puntos estos que le llevarían a tener ciertas dificultades con la sobria corte de Castilla. En 1516, llegaron noticias de la muerte de Fernando de Aragón, a la sazón también regente de Castilla: Carlos se convertía así en Rey de Castilla y León, de Aragón y Nápoles.

Reina Juana de Castilla
Juana, Reina de Castilla

El comienzo del reinado de Carlos en la península Ibérica estuvo rodeado por la controversia. A la muerte de la reina Isabel, la corona de Castilla pasaba a manos de su hija Juana, pero al estar esta “oficializada” como incapaz de reinar debido a su “locura”, Fernando el Católico actuó como regente de su hija –merced a una cláusula en el testamento de Isabel-, y al morir este, la corona continuaba en manos de Juana. En la corte de Bruselas, los consejeros de Carlos le apremiaban para que en lugar de ser sencillamente regente de su madre, se proclamará Rey de Castilla y Aragón. Esto, en pocas palabras se define como un intento de golpe de estado, y así se lo hizo ver el Cardenal Cisneros, al momento regente del reino en ausencia de Carlos, pero en Bruselas no se tomo en cuenta la consideración del cardenal, y el 14 de marzo de 1516, se proclamó a Carlos como Rey de Castilla y Aragón… pero con la frase “juntamente con la católica reina, mi señora”, con el objeto de tapar el ojo a la comunidad en península, que no veía con buenos ojos el advenimiento de Carlos como rey, siendo que su madre aún vivía. ¿Qué razones se pueden esgrimir para este acto? El historiador francés Joseph Pérez considera que fueron dos:

  1. La necesidad de presentar la candidatura de Carlos a la corona del Sacro Imperio ya con un título digno como rey, y no como un “simple” conde de Flandes.
  2. La popularidad que su hermano Fernando tenía entre los castellanos, ya que se había educado entre ellos y era altamente apreciado por los Grandes y la población en general.

CARLOS EN CASTILLA

Si de relaciones difíciles buscamos en la historia, una de las más duras fue la de Carlos con sus súbditos castellanos.

Había problemas desde la muerte de la reina Isabel, ya que la nobleza aprovechó el vacío de poder para sacar a la luz susCarlos con el Toisón de Oro antiguos reclamos sobre territorios o simples pleitos de familia; y no sólo ellos, sino también había problema entre los gremios de manufacturas, que no veían justas las exportaciones de la mejor lana –por citar un ejemplo importante- para luego comprar el producto manufacturado que bien se podía hacer en Castilla, y los exportadores y comerciantes que veían en la venta su ganancia, ignorando la necesidad castellana de producir productos de calidad; aunemos a esto el hecho de que el próximo rey era flamenco, y que eso abriría mejores relaciones con su ya buenos clientes en Bélgica. Por otro lado, las ciudades y señorios consideraban necesaria la presencia del rey para poner orden a estos y a otros males creados por la falta de una monarquía fuerte y firme como lo fueron los Reyes Católicos: saqueos, peleas entre Grandes, invasión de ciudades del realengo –localidades libres del señorios-, etc.

Ahora, después de su proclamación como rey, Carlos arribó a Castilla hasta el 19 de septiembre de 1517, y de este encuentro podemos decir en tono de chascarrillo que “no existe el amor a primera vista”. Debido a una tormenta, la flota del rey ancló en Asturias –originalmente sería en Cantabria-, en el pueblo de Villaviciosa. Los lugareños, que no esperaban el arribo de comitiva tal, por un momento se preparaban para, con palos y enseres caseros, repeler a quienes creyeron turcos. Afortunadamente las cosas se arreglaron, y Carlos continuó su duro camino de casi un mes, hacia Valladolid, para la sesión de Cortes donde Carlos juraría como rey de Castilla y León.

En su camino a Valladolid, ocurre un encuentro decisivo entre Carlos y su madre, la reina Juana, en Tordesillas –lugar de su reclusión-, del 4 al 11 de octubre de 1517. Este encuentro se llevó a cabo con el objeto de averiguar las reacciones de la reina ante el nombramiento de su hijo como monarca. Guillermo de Croy, señor de Chiévres, fue el responsable de obtener la seguridad de que Juana no fuera un problema a la jura de Carlos como rey, de esta forma se obtendría la seguridad dinástica para el reinado de este, y para las ambiciones personal de Chiévres.

El mayor problema del rey Carlos para con sus súbditos penínsulares en esta primera etapa de su reinado, fue excluir a los castellanos en el gobierno del reino. Carlos nombró en los puestos más importantes a sus consejeros extranjeros, desoyendo los consejos dejados por Isabel y Fernando, nombrado así a su médico como obispo de Tuy, a su preceptor, Adriano de Utrecht como obispo y después cardenal, y para suceder al ya difunto cardenal Cisneros como arzobispo de Toledo, la desfachatez de los flamencos fue mayúscula: se nombro a un muchacho de veinte años sobrino Chiévres, quien tampoco se quedó corto en su rapiña, ya que se quedó con la lucrativa posición de contador mayor de Castilla, y con el deber de nombrar a todos los funcionarios que las Indias necesitarán.

Estas malas decisiones del rey, dejaron el ánimo muy malo en Castilla, y este clima de descontentó ayudo a generar los que serían los dos conflictos más fuertes a los que el reinado del Carlos se enfrentó en tierras castellanas: el de las comunidades –comuneros- de Castilla y las germanias de Valencia.

La Rebelión de los Comuneros, 1520-1521

Podemos definir los orígenes de este movimiento (1520-1521) con los siguientes:

  1. De entrada fue una rebelión de las castellanos ante la imposición de funcionarios flamencos en el gobierno del reino, personajes que ajenos completamente a Castilla, simplemente usaron sus cargos para enriquecerse.
  2. Fue también una rebelión “comercial”; como mencionamos, había conflicto entre los pujantes comerciantes con el exterior y los no muy desarrollados gremios de manufactura en Castilla: los primeros pugnaban por vender lo mejor de las materias primas al exterior, y los segundos porque parte de estas buenas materias se quedaran en la península para que pudieran competir contra los productos traídos del exterior.
  3. El desgaste del poder real desde la muerte de los reyes Católicos.

Estas razones llevaron a las ciudades castellanas a formar en 1520 la Santa Liga contra el gobierno del regente Adriano de Utrecht, y también por esas fechas, la Liga buscó el apoyo de la reina Juana, pero ante el fracaso de atraerla al movimiento, este tuvo que dejar Tordesillas y escapar a Valladolid. De ese momento, pasaron sangrientos conflictos entre realistas y comuneros hasta que el movimiento fue derrotado y aplacado en 1522, mismo año en que el Cardenal Adriano fue nombrado Papa, como Adriano VI.

Las principales consecuencias de esta rebelión contra Carlos fueron la de darle mayor poder y cohesión al poder de la monarquía, y –de mayores consecuencias podemos decir- favorecer a la exportación y al comercio por sobre la incipiente industria castellana, que a la larga llevaría a España a ser dependiente de la importaciones e incapaz de crear su propio sustento.

Germanias de Valencia, 1519-1523

A diferencia de la rebelión de los comuneros, este conflicto en el reino de Aragón se disparó por la decisión de Carlos de favorecer a la nobleza, al nombrar como virrey a un miembro de la misma. Además, el rey permitió que se continuara con las tradicionales milicias locales que el rey Fernando avaló para la defensa de las costas contra los piratas berberiscos. Así pues, estas milicias se levantaron contra el virrey impuesto por Carlos, llevando la revuelta a todo el reino: pillajes en tierras de nobles, ataques en las ciudades y contra los conversos y musulmanes al considerarlos del lado real. El movimiento fue derrotado por el monarca y los nobles, y en 1523 se extiende un perdón general –a la par para los comuneros-, poniendo fin al conflicto en Aragón.

CARLOS, EMPERADOR

Europa en tiempos del Emperador

Europa en tiempos del Emperador; las pocesiones de Carlos están coloreadas en pardo claro

Carlos y el Sacro Imperio Romano Germánico son una historia muy diferente.

Elegido por unanimidad en 1519, gracias sobre todo al dinero que salió de Castilla, Carlos V entró en su papel como Emperador de la cristiandad, y podemos decir que, como mencionamos, se tomó muy en serio su papel.

El Sacro Imperio no era un estado-nación como ahora lo concebimos: este era un conglomerado de estados, reinos, ducados y señoríos que no compartían tradiciones, moneda o sistema judicial, sino que permanecían como parte del Imperio en el Carlos V en la batalla de Mühlbergentendido de que sus costumbres serían respetadas y que el emperador sería sólo un título de renombre y respeto, sin pretensiones absolutistas o de cohesión bajo el mismo, como podemos decir de Castilla.

Como emperador, Carlos V tuvo que enfrentarse a dos grandes retos:

1.- El fin de la unidad religiosa de Europa.

Con la llegada de la Reforma de Martín Lutero, Europa se encontró ante la división y la anarquía interna por la religión, y el Emperador no podía permanecer ajeno ante esta situación, siendo que sus estados imperiales, si permanecían unidos era al menos por la unidad de creencia en la Iglesia Católica. No haremos un extenso estudio sobre lo que significó este conflicto, baste decir por el momento que a pesar de los esfuerzo que el Emperador realizó para razonar con los “herejes”, de los grandes deseos que tenía porque el Papa Clemente VII convocará a un concilio para dirimir las diferencias, y de las batallas que se tuvieron que librar por el conflicto, al final, tuvo que reconocer el derecho de cada uno de sus estados germanos de elegir la creencia religiosa que conviniera a sus territorios, y todo esto se oficializó en la Paz de Augburgo, el 25 de septiembre de 1555.

2.- El Turco.

El imperio Otomano fue un fuerte dolor de cabeza para el Emperador Carlos. Con sus constantes avances en Europa del este, llegaron a conquistar Belgrado en 1521, Rodas en 1522, Hungría y Buda en 1526, y sitiando la propia Viena en 1529. La visión sobre los otomanos era muy diferente dependiendo de quien la divulgara, ya que los que podemos considerar como europeos cultos veían las evidentes grandes características de ellos, o sencillamente decían que “su justicia no era mejor ni tan peor como la de los reinos cristianos”; y la gente sencilla los veía como una amenaza contra dios y la religión. Sumemos a esto el que Carlos se enfrentaba a la desunión de los cristianos, que por tanto no podían apoyarle en sus “cruzadas” contra el Imperio Otomano, llegandose incluso a una situación que escandalizó a toda la Europa de su tiempo: Francisco I, rey de Francia, enemigo de Carlos V, se alió con los turcos creando así una mayor brecha de separación entre cristianos.

La visión imperial era complicada de acomodar con su papel de rey-emperador. Carlos V tuvo que enfrentarse a la indiferencia que por parte de sus súbditos castellanos se tenía por sus acciones imperiales. Sin embargo, estos no estaban actuando por capricho o falta de visión, sino que, desde un principio, Castilla, Aragón y el Sacro Imperio tenían formas diferentes de ver el mundo: los primeros, con el descubrimiento de América y su recién lograda “unidad”, tenían muchas posibilidades de exploración y ampliación; de continuar con sus bríos conquistadores, evangelizadores y demás, que los territorios del Nuevo Mundo les abrían; por el contrario, el Imperio no buscaba territorios, ni conquistas ni unidad, buscaba la reafirmación de sus usos y costumbres y veían con mucho recelo los intentos de Carlos V por crear una monarquía global fuerte y prospera, con él y su familia a la cabeza.

Escudo Imperial de Carlos I y V
Escudo de Carlos I y V

Esta diferencia de visiones, se notaban mucho en la relación de Carlos y Castilla: en varias ocasiones, las ciudades representadas en Cortes eran convocadas para formular nuevos métodos de recaudación para financiar las constantes guerras que en el Imperio tenía Carlos V. Los castellanos ponían muchas trabas, se negaban tajantemente a supeditar los recursos de Castilla al servicio de un Imperio que no tenía voz o voto para ellos, es más, descaradamente se le decían al Emperador que España no reconocía primacía alguna del Imperio sobre ella, y que por tanto las luchas de aquel no eran del interés genuino de esta.

CARLOS Y LAS INDIAS

Imperio Español en tiempos de Carlos I y V

El Imperio Español en tiempos del Emperador Carlos -clic para agrandar-.

Durante el reinado de Carlos se dio un gran avance en la exploración y creación de asentamiento permanentes en las Indias.

A diferencia de cuando los Reyes Católicos, la época de Carlos V vio como el Imperio de ultramar se ensanchaba, por la necesidad de encontrar mejores recursos para la Corona, y el prestigio que esto causaría a la misma. Con tal panorama tenemos las conquistas de México (1521), Perú (desde 1530), Chile (1541), las fundaciones de Asunción (1537), Bogotá (1438), y la conquista de las Filipinas (1543), nombradas así en nombre del príncipe heredero Felipe, futuro Felipe II.

Mucho se ha discutido sobre el proceso de conquista y asimilación de las Indias, dentro y fuera del período del Emperador Carlos, y nosotros no entraremos en gran polémica sobre este asunto –al menos hasta que lleguemos a un ensayo sobre el tema-. Podemos mencionar varios factores que contribuyeron al “rápido” avance de las conquistas castellanas:

  1. La superioridad técnica de los castellanos. Los peninsulares tenían mejores técnicas de lucha, perfeccionadas por casi setecientos años de la Reconquista, contaban con armas de fuego, hierro, corazas; además de los animales desconocidos para los indios: el caballo y los perros.
  2. La desunión que existía entre los pueblos indígenas. Baste tomar por ejemplo la conquista del Imperio Azteca, donde los españoles unieron a su causa a los Tlaxcaltecas y a otros pueblos súbditos de los mexicas que no dudaron en tomar la oportunidad de librarse del yugo de Tenochtitlan.
  3. Las enfermedades que los castellanos trajeron de Europa y que eran desconocidas en América, para las cuales los endémicos de estas tierras carecían de anticuerpos desarrollados, y ello diezmó a la población de las culturas conquistadas.
  4. Ideológicamente hablando, los castellanos tuvieron una ventaja primordial: los indígenas creían que los castellanos eran dioses, sus dioses que habían prometido venir un día a tomar lo que les correspondía. Esto debió ser una muy fuerte creencia de los naturales ante la devastación poblacional a la que se enfrentaron, al miedo que en principio pudieron sentir por las técnicas y animales de los castellanos.

El proceso de conquista de América fue llevado a cabo por particulares a los cuales la Corona les daba el permiso –capitulaciones- para las expediciones, siendo pues responsabilidad del titular fletar los barcos, conseguir a los marinos, soldados, pertrechos y el dinero para pagar a la gente. Buena parte de estos particulares y en general de los castellanos que se lanzaron a tierras americanas, eran personas que buscaban el prestigio y posición social más que el dinero en si, querían una oportunidad de ascender a la nobleza, y que su condición humilde, además de la estructura social en la península, no les permitía; incluso podemos decir que esta oleada de aventureros se decidieron por América, porque al terminarse el proceso de Reconquista, no había otro lugrar donde obtener su objetivo del modo en que se había hecho en el pasado: destacarse en una “cruzada”, por los méritos militares y el honor; aunque, es justo decir, la gran mayoría de los conquistadores no obtuvieron su objetivo, siendo relegados la mar de veces por funcionarios de la Corona, una vez conquistados los territorios.

Los pocos personajes que lograron una cierta posición en la escala social de los nuevos territorios, lo obtuvieron por el concepto de la Encomienda, que consistía en dar al conquistador tierras e indios arrendados en nombre de la corona, con la idea de educarlos en la fe cristiana, además de obtener de ellos la mano de obra necesaria para los trabajos en la minería, lo que a la larga llevó a un abuso por parte de los castellanos, ya que poco o nada hacían por “educar” a los naturales en la doctrina cristiana, y sus derechos eran ignorados por los encomenderos.

Estas injusticias fueron ampliamente documentadas en los tiempos del Emperador –incluso mucho antes, como el sermón del fraile dominico Montesinos en 1511- por diversos misioneros y religiosos, siendo de los más conocidos fray Bartolomé de las Casas.

Carlos, para paliar un poco las injusticias de los encomenderos, promulgó las Leyes de Indías, que entre sus principales postulados están el de reconocer los derechos de los indios a ser libres –siempre y cuando estuvieran evangelizados-, y por sobre todo, detener las encomiendas, reduciéndolas simplemente a las ya existentes. Obviamente, hubo mucho descontento en las Indias por estas leyes –a pesar de que no fueron cumplidas a cabalidad-, llegando incluso a rebeliones de los encomenderos contra los oficiales enviados por la Corona para tomar posesión del gobierno local.

Este asunto de los indígenas y el proceso de “educación” por parte de los castellanos, era un debate muy diseminado en España en esos tiempos, ya que no existía una censura sobre el tema, y se centraba en la pregunta “¿Cuál es el derecho de los españoles para conquistar las Indias? Se tenía en consideración de la época varias ideas:

  1. La naturaleza de los indios. ¿Eran o no seres humanos con los mismos derechos que los europeos? Se decían que a pesar de sus costumbres diferentes, estos eran poseedores del derecho de propiedad natural a los seres humanos a las tierras que habitan.
  2. Los indios como seres inferiores. Argumento muy defendido por Juan Ginés de Sepúlveda, cronista del Emperador, que decía que los naturales de las Indias eran seres de valía inferior a los castellanos, por lo que se tenía el derecho y el deber de civilizarlos en las costumbres europeas.
  3. Las naciones de Indias, ¿se consideraban civilizaciones? Al llegar los europeos a América, encontraron a tribus sencillas, carentes de costumbres muy complicadas que les llevaron a ser un ejemplo del “buen salvaje”, pero cuando aquellos se adentraron en el continente hallaron naciones indígenas de cultura desarrollada y organizada, como los Mayas, Aztecas e Incas.

Este último punto fue el que, al final de cuentas, consideraron los europeos como una “excusa” para la conquista: los indios tenían derechos, no eran seres inferiores, pero no le quitaba tales cosas el que fueran idólatras y de costumbres bárbaras, y pensaron que su misión principal era librar a los naturales de la “tiranía” de sus señores y la “iniquidad” de sus sacerdotes y religión.

Con estas consideraciones, en el año 1550 y 1551, el Emperador Carlos convocó a una junta donde se decidiría que hacer con las Indias, siendo los ponentes Bartolomé de las Casas en defensa de los derechos indígenas, y Sepúlveda como el defensor de la idea de la conquista. Y pues, al final no se llegó a ningún acuerdo claro, por lo que las cosas continuaron en la misma forma que estaban antes del citado debate, ya que, con Junta o sin ella, los naturales ya estaban siendo “evangelizados” por lo que no se les podía dejar por si solos.

EL CONSEJO DE INDIAS

Con la formación del Consejo de Indias en 1524, Carlos V trató de organizar el creciente Imperio americano dándole un órgano que controlara todo lo referente a América, desde el gobierno de los virreinatos, las personas de los virreyes, el comercio monopolizado por la Corona con sede en Sevilla, regular incluso las comunicaciones oficiales y personales de las Indias y la Metrópoli; y también las expediciones nuevas y los resultados de la misma, ya que se llegaron a casos en que los conquistadores inventaban locaciones, ríos, selvas y ciudades con tal de obtener beneficio de la Corona.

ULTIMOS AÑOS DEL EMPERADOR

Carlos V abdicó a sus estados debido al cansancio y frustración que le produjo su fracaso para unir a la cristiandad y repeler a los turcos de Europa. En 1554 renuncia a sus títulos de Nápoles y Milán en su hijo Felipe, y a este mismo le entrega en 1555 la orden del Toisón de Oro. También en este año se produce el que tal vez es la más solemne y reveladora de sus abdicaciones: los Países Bajos y los estados de Borgoña, que se realiza con una ceremonia llena de sentimientos, donde el Emperador emite un sentido discurso donde se excusa por los errores cometidos durante su reinado, entregando estos estados a su hijo Felipe, quien rompe el encanto al hacer que quien será el hombre fuerte de esas tierras en su nombre, el Obispo Granvela, hablé por él. Y decimos que es reveladora porque la persona que acompañó al Emperador al trono donde dio el discurso, era el joven Guillermo de Nassau, quien le disputaría a Felipe II su derecho a reinar por su condición de rey ausente para con los Países Bajos.


Carlos abdica en su hijo sus estados belgas

De las Coronas de Castilla-León y Aragón se hace una abdicación sencilla y casi familiar el 16 de enero de 1556, y el 24 de febrero de 1557, Carlos entrega a su hermano Fernando la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, dando así fin a la era de Carlos V como soberano de dos mundos.

Carlos V decidió desde mucho antes de abdicar que residiría sus últimos años en Castilla, en el monasterio de Yuste, en Extremadura. Después de muchas peripecias para crear los apartamentos adecuados a la dignidad y necesidades del Emperador, llega a su retiro el 3 de febrero de 1557. La vida de Carlos entre los monjes se pude clasificar como placentera: se dedicaba a cuidar de su huerto, de sus relojes, recibir embajadas y dar consejo a su hermana e hijo cuando este ejerció ya como Rey de España; otro de sus placeres era la comida, ya que el Emperador tenía fama de muy buen apetito. Sus complicaciones se enmarcaban en el mal estado de salud, debido a la gota que padecía, esto del lado físico; y el otro asunto que ensombreció el retiro de Carlos fue cuando se enteró de que existían grupos de luteranos en Valladolid, a quienes Carlos consideraba más que como herejes, como rebeldes al gobierno y que por tanto aconsejaba a su hijo a actuar con toda la celeridad y rudeza que fuera necesaria para evitar la propagación sediciosa de los protestantes.

El 21 de septiembre de 1558, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, señor de dos mundos, de dos concepciones de nación, gobierno y pueblo, moría en Yuste. Su gran legado será la fundación de las bases para la expansión y consolidación del Imperio Español, que durante doscientos años será la potencia mundial por excelencia.